Hacia un nuevo jardín

Puede poner play a esta canción para acompañar su amable lectura…

Titubeé mucho para poder escribir esta entrada. Tanto que en realidad la estoy publicando más de un mes después de que la comencé a redactar y 18 días después de haber iniciado el año. Pero aquí está mi corazón. Cicatrizando, pero firme.

La original comenzaba más o menos así: “¡Qué año de mierda!” —refiriéndome al 2022—. Sin embargo, desde que lo empecé a escribir (cerca del 10 de diciembre) e iba avanzando en el mismo, comencé a ver todo desde otra perspectiva y a soltar cualquier emoción negativa que podría venir arrastrando.

Sí, 2022 no fue el gran año que esperaba que fuera. Por mucho, podría señalarlo como un “annus horribilis” —como lo fue 1992 para mi tía la Reina Isabel II—. Y es que nunca se está preparado para una mala noticia o algo que causará una repercusión en tu vida que implique tener que renunciar a deseos, sueños, proyecciones. Creo que eso fue lo que más me dolió del 2022, soltar sueños.

También lee: Mantente firme

Es bien curioso cómo es que, humanamente hablando, usamos el inicio y el final de ese tipo —los años… o mejor dicho “los ciclos”— para proyectar metas. Ser mejores en algo, aprender algo nuevo, hacer algo, recuperar tiempo o ganas… fui de esos. Cada año significaba una meta personal y particular que alcanzar y, aunque lo dejé de hacer tiempo porque en mi caminar (y madurar) entendí que planear no necesariamente significa lograr —a veces doblar las manos puede ser una buena opción—. Pero nunca dejé de soñar, de proyectar, de ver escenarios a futuro y, de alguna manera, sentar las bases para hacerlo suceder.

No me voy a detener en detallar qué pasó. Primero porque todavía me duele y estoy dándome el tiempo necesario para sanar; segundo, porque no me compete únicamente a mi.

Viendo por encima de las circunstancias

¡Me caga esa frase! ¿Qué diantres significa estar por encima de las circunstancias? Como creyentes siempre tendemos a sobreespiritualizar todo por el hecho de creer que todo lo que suceda es la voluntad de Dios. Me resisto a creer que Dios manda calamidades o situaciones difíciles para «probarnos”, ¡no somos Job! Habitamos en la gracia y, aunque sí nos pasen situaciones dolorosas, eso no significa que Dios se puso a planear esos baches para hacernos mejores personas, guerreros, victoriosos. Y si Dios no lo hace, tampoco deberíamos de ponerle la etiqueta a Satanás, un compa que está menos interesado en ti que tu crush.

Me resisto a creer que Dios manda calamidades o situaciones difíciles para «probarnos”, ¡no somos Job!

Creo que Dios es bueno. Fue bueno ayer y lo será mañana. Visualizándolo como un Padre —que lo es—, creo que tiene sueños para cada persona y, por supuesto, son sueños increíbles y positivos. Sin embargo, las circunstancias no necesariamente son enviadas por Él y, la mayoría de las veces, fueron construidas y/o provocadas por nosotros a consecuencia de nuestras decisiones y los pasos que hemos dado para hacer o alcanzar objetivos. Por lo tanto, tenemos que aprender a lidiar con las consecuencias de nuestros actos y, sobre todo entender que las circunstancias tienden a ser momentáneas y, a la vez, un área de oportunidad que nos catapulte a otro momento o, en el mejor de los casos, construya puentes. Porque, en teoría, todo —TODO— es usado por Dios para nuestro bienestar, ¿no?

Entonces, estar por encima de las circunstancias implicaría un trabajo que nos haga entender que simplemente atravesamos un momento pero que NO necesariamente significa que vamos a estar estacionados ahí. Es, quizá, experimentar dolor y ver cómo sangras, pero sabes que en algún momento, más pronto que tarde, sanarás —nota, eso no significa que no vivirás el proceso de sanidad, al contrario, tendrás que vivirlo (sufrirlo, llorarlo, odiarlo, mentar madres, gritar, etcétera) —, esa es una gran y única verdad. Y será determinante que, como creyente, invitemos a Dios a ser partícipe de la temporada siendo consientes de que probablemente las consecuencias sean devastadoras y no haya vuelta atrás, pero permitiéndole traer consuelo, esperanza, sanidad y creatividad para salir del bache.

Por si te interesa: No te quedes solo

No salir del hoyo siempre será una decisión personal y culpar al mundo de tu estado mental y situacional nunca será la opción.

Habrá que aprender a limpiar nuestro desastre.

¿Tiempo al tiempo?

Dicen que “el tiempo sana todas las heridas” pero la realidad es que NO ES CIERTO. ¡DEJEN DE DECIR SEMEJANTE ESTUPIDEZ! Si bien el tiempo puede ser un buen aliado, también puede ser el más canijo de los compas que se coluden con nuestros sentimientos de depresión y culpa.

Los “hubiera” sí existen. Están ahí para torturarnos y hacernos saber que en los millones de “multiversos” posibles, una acción, una palabra, una decisión quizá cambiaría el aquí y ahora. Sin embargo, estamos aquí y hay que lidiar con lo que nos toca.

Ahora bien, ¿qué nos queda? Continuar. No hay opción. Cuando recogemos nuestro desastre es probable que hallemos una serie de herramientas que me permitan construir —mas no reconstruir— un nuevo camino: una nueva historia, una nueva relación, un nuevo empleo, o en mi caso nuevos sueños. Recoger implicará que en el inter voy a ensuciarme; que mis ropas terminen siendo harapos y me vea más desaliñado que de costumbre (hablo de mi, porque soy una mezcla entre hippie que huele a cama y hípster wannabe); sin embargo, en este mismo camino y en ese estado en el que me encuentro, descubro que hay un lugar en la mesa dispuesto para este que soy, el arruinado y dolido. Y mejor aún, que no necesito ir a ducharme y ponerme otra ropa porque ahora mismo, así en mi estado, soy bienvenido.

en este mismo camino y en ese estado en el que me encuentro, descubro que hay un lugar en la mesa dispuesto para este que soy

No sé. Siento que “tiempo al tiempo” es un arma de dos filos, sin embargo me lleva a pensar que, si soy listo y lo hago bien, puedo ser capaz de usarlo a mi favor como si fuera un señor sabio que va a darme una lección. Me hará reflexionar, me hará llorar, me hará cambiar mi punto de vista y, finalmente, me catapultará en mi camino al siguiente paso. Pero, de nuevo, NO es el tiempo en si mismo quien nos sanará, sino la decisión que tomemos de ser sanos. Si no tomamos la decisión, estaremos por años sentados en esa banca junto al anciano sabio pero sin entender nada.

Decidir. Decidir. Decidir.

Sobreviviendo

Terminé el año sintiéndome como Pedro cuando intentó caminar sobre las aguas y cayó.

Mi fe fue desafiada y aún me siento desafiado. Claro que me enojé con Dios, claro que le grité y me agarre a chanclazos con Él, ¡pos oiga! Y sin embargo, volví una y otra vez a Él para buscar consuelo y paz en medio de lo que sin duda ha sido una de las etapas más oscuras de mi vida. Porque claro, ¿qué objeto tiene creer? ¿Qué objeto tiene construir si viene un terremoto y destruye tu edificación aún cuando estaba “sobre la roca”?

Y así, sepultado debajo de las ruinas de lo que alguna vez fue “algo”, brotó… ¿broté? Y entendí que es tan real cuando cantamos que “de las ruinas y tumbas nacen nuevos jardines”. Que es probable que los sueños no se vean como tu los ves, pero que SÍ PUEDEN CUMPLIRSE. Que hay esperanza después del dolor y hay nuevos caminos que descubrir, nuevas cimas que alcanzar y nuevas palabras que pronunciar.

¿Sané? No aún. Soy el menso de Pedro en las aguas ahogándome pero con los ojos bien puestos en Jesús que sí está sobre las aguas. Soy ese hombre de poca fe, pero con la suficiente para extenderle mi mano y que me lleve de regreso a la balsa.

Este soy yo, decidiendo sanar y creyendo que mañana será un día mejor. Y lo será porque estoy seguro que el Maestro estará ahí, ya sea si la vuelvo a embarrar y caigo en la fosa o doy un par de pasos hacia delante.

Y así, sepultado debajo de las ruinas de lo que alguna vez fue “algo”, brotó… ¿broté? Y entendí que es tan real cuando cantamos que “de las ruinas y tumbas nacen nuevos jardines”

Ahora tiene sentido el por qué los alcohólicos tienen bien presente esa frase “un día a la vez”. Ahora la entiendo. Ahora trato de hacerla mía y vivir lo mejor que pueda cada momento.

El secreto no es “sobrevivir por pura ansiedad”, sino sobrevivir el momento para vivir el resto con la certeza de que todo va a estar bien, y si no, puedes construirlo.

Solo recoge tu desastre.

No fue “el año de la doble porción”

Se fue el 2022 y qué bueno. Mejor saber que nunca va a regresar porque no me gustaría limpiar más. He tenido suficiente con él y debo prepararme para lo que viene. Tengo expectativas, no sé si realmente tengo emoción, pero sí fe. Fe de que mis ojos van a ver cosas que nunca pensé, porque creo en un Dios que cumple sus promesas… y NO ME VA A DEJAR COMO ESTÚPIDO.

Entre los platos rotos del año que se va le dije “adiós” a una vieja amistad y, ¡fue lo mejor que me pudo pasar en la vida! Nunca creí que hacerlo fuera una opción y que traería tanta calma y paz a mi vida. ¡T R E M E N D O! A veces debemos dejar Prípiat para evitar la toxicidad que envenena la vida. A esta, le sumo el poder aprender a decir “basta” y reconocer que en efecto “el servicio por obligación NO es servicio” y que soy yo quien decide dónde, cómo y a quién voy a rendir cuentas, porque nunca seré un servidor a modo y, sobre todo, NO ME VOY A MONTAR EN SUEÑOS AJENOS POR COMPROMISO Y NO CAERÉ EN CHANTAJES ESPIRITUALOIDES CHAFAS.

No fue el año de “la doble porción” pero sí un año muy bendecido. Tuve la bendición de atender alrededor de 150 chamacos que fueron mis estudiantes, a quienes abracé y apapaché lo mejor que pude (y también uno que otro que me llenó el chocho de piedritas). Me gradué de un diplomado; hice un curso de tanatología y me gradué, me titulé de mis dos posgrados (una especialidad y una Maestría), inicié otro posgrado en la UNAM; se abrieron la puerta para otros proyectos (como dar clases en la Facultad de Ingeniería) y he podido salir de mi comodidad para hablar de los temas que me apasionan como resultado de mi trabajo, tanto académico como en El Pozo de Vida.

Sí, fue un año de mierda, pero hoy, a poco más de la mitad del primer mes del 2023 puedo echar un ojo a lo que quedó atrás y decir con seguridad: QUÉ BUENO QUE HAS SIDO, DIOS!

Decido, aún con lágrimas, ser agradecido antes que esconderme en mi dolor, angustia, temores y enojos. A pesar de todo, creo que el propósito de Dios es bueno y, mientras lo entiendo, ni modo, seguiré macheteándole hasta lograrlo, porque nací hijo del Rey, pero sin la cuenta bancaria física repleta.

Hasta aquí me permitió llegar el Señor… ya veremos qué viene mañana.

P I T U F R E S A S

  • ¿Les conté que dejé de hacer la payasada de los “12 propósitos” con las uvas? Decidí atragantarme por glotón que comprometerme a cosas que posiblemente no van a suceder.
  • ¡Qué fregón se siente saldar deudas!… o créditos/préstamos. Mejor si significa que eso que liquidaste es 100% tuyo.
  • ¡Más tatuajes! Creo que ya llegué a los 25… y contando. Luego se los comparto.
  • Traigo ganas de otra perfo… pero como siempre, me da miedo.
  • Otro año pensando en que “necesito” bajar de peso… otro año que no hago nada para lograrlo.
  • Por primera vez, un grupo me hizo llorar… me ganó la emoción en el cierre de semestre.
  • ¡Vayan a terapia! Hice mi cuarto ciclo de terapias y lo logré… quizá me aviente uno más en breve.
  • Mi BFF se embarazó y la semana pasada nació su retoño. Su nombre hace alusión al triunfo, la fama y la victoria. ¡Declaro una vida profética sobre esa bebé!
  • A mediados de año debo comenzar con mi tesis de la especialidad y, aunque faltan varios meses, ya estoy sufriendo por ello. ¡No sé de qué la voy a hacer!

Deja un comentario