Sigue siendo un Grinch esta Navidad

Luego de muchos, muchos años, ésta es la primera Noche Buena – Navidad que me da emoción y algo que interpretaré como “ganas” de estar en familia.

¿Qué si soy un Grinch? Sí. Y sabes qué, si tu también lo eres, debes saber que está bien tener una postura Grinch esta temporada. Pero, hay un gran “pero” que necesitamos discutir y que a mi, en lo particular me ha costado trabajo entender.

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Partamos del hecho de que el Grinch NO odiaba la Navidad. La realidad es que este simpático personaje creado por el Dr. Seuss odiaba la algarabía fantasiosa que gira en torno a la celebración: el ruido, el desorden en las calles y, lamento decirlo, la hipocresía que nace en el corazón de las personas en esta temporada. El materialismo y la superficialidad es el pan nuestro de cada día esta temporada, además de la coronación del momento con un falso optimismo que trata de maquillar la realidad de nuestro interior, de las emociones y del espíritu.

Pero, la misantropía de este personaje está basada en la soledad. Se trata de un espíritu quebrantado que si bien critica —y amo lo ácido que es en este aspecto— las cosas estúpidas que trae consigo esta temporada, también nos revela la necesidad de tocar —entiéndase en un buen sentido— el mundo que se ha negado durante muchos años y descubrir que no es tan basura como cree. Que en medio de la hipocresía y la falsa felicidad también hay otros corazones rotos, solitarios, abandonados; y como si se tratara de un ridículo milagro de temporada, corazones sensibles como el de Cindy, quien en su inocencia hace una poderosa denuncia pública para detener el frenesí absurdo de las fiesta y les recuerda a todes que el epicentro de esta celebración es el amor a la familia, la posibilidad de hacer comunidad en medio de la adversidad (en este caso, su adversidad fue “perder su materialista navidarks).

«… y les recuerda a todes que el epicentro de esta celebración es el amor a la familia, la posibilidad de hacer comunidad…»

Y creo que aquí está la invitación: el Grinch pensó que arruinando la fiesta él sería feliz, pero se da cuenta que su acto transformó la visión de los Quién y al entenderlo, él mismo sanó —Dr. Seuss dice que “su corazón creció tres tallas” —, la verdadera Navidad llegó a esa ficticia villa y la redención del personaje cambia toda la historia.

Sí, de pronto este cuento de Navidad puede sonar extremadamente —y estúpidamente— romántico. Pero es reto que podemos emprender.

No estoy diciendo de ninguna manera que dejes de ser Grinch, ¡todo lo contrario! Los cambios revolucionarios suceden cuando una sola persona cambia. Darnos la oportunidad de transformar radicalmente nuestra forma de ver la vida, estas fiestas, nos permitirá —por lo menos— pasar estas fiestas con una actitud más relajada para pasar tranquilamente la temporada.

Es probable que hoy estés obligade a sentarte con tu agresor o agresora a la mesa, y no significa que debas ser hipócrita y mucho menos perdonar, pero será tu entera responsabilidad la decisión de saber cómo pasar la cena y la fiesta, porque tú eres responsable de tus emociones, de tus actitudes y acciones, nadie más (después hablaremos de qué podrías hacer en estos casos).

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Quizá hoy haya más de un asiento vacío en la mesa por la razón que sea. Honra la memoria de quienes no estén al celebrar y conmemorar el momento, es probable que justamente sea lo que ellos querrían. No supongas —o por lo menos trata de no hacerlo— qué harían o cómo sería si estuvieran. Vive, refuerza los lazos con tu gente, hagan lo que tengan que hacer para sentir felices a quienes partieron antes.

Y si estás solo por cualquier circunstancia, ya sea porque la familia está lejos o porque eres un Grinch, es un buen momento para reflexionar acerca de tu aquí y ahora. Es legal decidir estar “mejor solo que mal acompañado”, pero ¿hasta cuándo? Nuestra red de apoyo no debe limitarse a la familia, hay muchos amigos dispuestos a hacerte segunda y abrazarte desinteresadamente. Vaya, amigos dispuestos a hacerte familia. Y si no los encuentras en tu círculo cercano, ¡sal a buscarlos! La realidad, aunque algunos digan lo contrario, es que no estamos diseñados para estar solos.

Usemos estas fiestas para dejar de romantizar el amor, la unión y la alegría. Permitámonos estar cansados, gastados, ¡agotados!, pero también démonos la oportunidad de reconocer que nuestros contenedores socioemocionales (deberás leer “Los 5 lenguajes del amor”, de Gary Chapman) están vacíos y dejarte apapachar por alguien con una palabra de afirmación, un regalo, un acto de servicio, un rato de tiempo de calidad o un abrazo —toque físico—.

Lo he dicho, y lo diré siempre. Pero particularmente en esta temporada: ¡No te quedes solo!

Yo sigo siendo un Grinch. Sigo mirando el mundo y todo lo que me rodea con ojo clínico y crítico, quizá continúe siendo un cínico y sarcástico y la gente seguirá pensando que soy un mamón porque YO DECIDO no dejarlos pasar la barrera (y ojo, falso y estúpido decir que “tenemos que hacer amigos de todos”), ¡pero decido dejar que el mundo continúe girando! Abrazo y abrazaré a los míos esta noche, le mandaré mensajes a mis amigos, me reiré a carcajadas con mis hermanos y besaré a mi compañera a medianoche porque esa es mi decisión. Una decisión de amor… amor propio.

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PITUFRESAS

Sí, sí, sí. Mucha reflexión y blah blah blah, pero no quiero despedirme de este momento sin señalar que Jesús es la razón de la temporada.

No te voy a sermonear con algo bíblico, pero estos días, entre la crisis migratoria que se vive en todo el mundo, la persecución, la violencia y la soledad, me gusta pensar en ese momento de quiebre en nuestra historia donde una familia de migrantes caminó un largo camino hasta llegar a una ciudad desconocida para ellos. Que al necesitar atención médica les fue negada por ser extranjeros o ajenos a la comunidad y cómo, una vez apostados en un establo, la mujer da a luz a un niño ¡y no cualquier chamaco!

Más allá del sentido religioso del momento, me da esperanza pensar en esa familia de tres que, incluso desconociendo el mañana, caminaron con los ojos puestos en el cielo. Me da esperanza la vida de Miriam que no se negó en ser sierva; me da esperanza pensar en un Yosef que después de temer, creyó sin reservas. Y bueno, mi esperanza es Yeshua, el hombre más grande de todos los tiempos.

¡Felices Fiestas, pues!

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