Hasta pronto, 2019

Hasta pronto 2020.png¡Ay, 2019!

Fuiste un año como de montañas rusas que, honestamente, ni siquiera sé cómo catalogarte. Pero lo que sí tengo claro, ¡clarísimo!, es que sin duda mi corazón está agradecido por tu paso por mi vida, pues me hiciste madurar y colaboraste a entender-me. Vaya, a darle nuevos sentidos y colores a mi vida que no había experimentado. A ver-me de una forma distinta, a disfrutar-me, gozar-me y, obviamente, amar-me.

Te vas y me dejas con un sabor agridulce en los labios. Tu beso amoroso y helado a la vez, marca mi vida en muchas maneras.

Quisiera comenzar por un hecho que me marcó, pero que no significa todo lo que eres. Te llevaste a la última de mis abuelas y parece que tu compadre el tiempo se dedicó a anunciar con gritos desesperados que todos estamos aquí como de paso, de prestado. Que el fin de una generación anuncia el fin de otra y así, sucesivamente. Con la partida de la abuela se queda un vacío en la mente y el corazón. Se acabó «la casa de los abuelos», las risas escandalosas, las preocupaciones hospitalarias. Se acabó la familia. Y aquí, sentado en el asiento de un vagón del metro, trató de descifrar los significados reales de aquello que estás diciendo y que, literalmente, toma todo el tiempo del mundo para suceder. Y, sin embargo, me deja claro una cosa, un aprendizaje: viviré mis últimos días con toda la intensidad posible para construir sobre el legado de los que estuvieron antes de mi. Quizá, y solo quizá, es la única forma de honrar sus vidas, sus testimonios, su breve paso por este mundo. Que se me permitieran esas últimas horas con ella me dan la certeza de un llamado y un propósito en mi vida que decido tomar. ¡Sí, Jesús. Úsame!

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unam.jpgTe vas. Y con tu paso también trajiste grandes satisfacciones. Cómo si ese caudal de agua con el que rompiste el dique de mis etapas diera vida a viejos y lejanos, casi moribundos sueños. La apertura de las puertas de mi Alma Mater para regresar a sus aulas en papel de docente es, sin duda, algo que no me esperaba. No me importa si sucedió gracias al trágico fin de la vida de alguien —claro, con todo respeto—, si nos aventamos al ruedo sin tener claro qué iba a pasar. Pero como tus predecesores, me lanzaste con la única arma con la que emprendo todo: ¡pasión! Por unos cuantos meses me hiciste un «padre de familia» a cargo de una disfuncional comunidad de 16 niños [adultos en el físico, niños en el corazón]. ¡Tanto cuidarme para terminar así! Y sin embargo, también agradezco por eso, por cada sesión, por cada queja, por cada risa y comentario. Agradezco que, de cierta manera, se me dio la oportunidad de impactar —positiva o negativamente, ellos tienen la decisión— sus vidas. Y de nuevo, de entender que hay llamado y propósito incluso en aquello que parece no tener sentido. Decido decir sí, decido acompañar en la manera que sea posible la vida de los jóvenes que se crucen en mi camino, de creer en ellos, de empoderarlos y llevarlos a ver la esperanza que hay en medio de un mundo caído. A levantar a una generación acusada de indiferente y llamarla «generación de transformadores». ¡Sí, Jesús. Úsame!

Llegaste con noticias duras. Con datos que no entiendo y diagnósticos que parecen no tener solución. Fuiste duro con eso, bastante duro. Pero heme aquí, con los míos y de pie. Si ellos no se rinden ante esto, tampoco lo haré yo, ¡aquí nadie se rinde! Por eso rindo mi ser delante de la cruz y ahí llevo toda dolencia y enfermedad, donde mandas tú y nada puede moverse, cambiar de forma o tomar represalias pues también se sujeta y somete a ti. Estoy seguro que veré más milagros sobrenaturales y aún cosas que ojo no vio ni oído oyó. ¡Sí, Jesús. Úsame!

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ab2.jpgPero también te doy gracias por las noticias y los sucesos buenos. Más que nada por todo lo que La Merced significa hoy en mi vida. Gracias, porque comenzamos esta etapa con pavor, ¡literalmente! Porque aunque todo lo que este proyecto representa suena a «locura» —y en realidad lo es—, día con día tuviste la osadía de seguir empoderándome para salir a esas calles y tener encuentros poderosos con gente que no me necesitaba a mi, sino al que viene conmigo. Gracias, porque se me permite ver el mundo desde otras perspectivas, otros pensamientos y desde otras historias. Historias que son testimonios y que me son permitidos pregonar para dar a conocer lo bueno, principalmente, pero sobre todo las necesidades de aquellos a quienes hemos olvidado. Que cada paso que de por ese lugar, que cada persona a la que abrace, que cada oración que pronuncie y cada vida transformada —aunque sea una sola— cambie el curso del universo y el destino de millones. Que no se me permita olvidar de dónde vengo, por muy mamón que sea, y que tampoco olvide que si estoy ahí es porque fui llamado a transformar vidas a través del amor. ¡Sí, Jesús. Úsame!

2019, tu paso por mi historia me enseñó a vivir una vida de plena gratitud. Un principio olvidado pero que me urgía practicar… y vivir. Realmente no sé si lo tengo todo, y en realidad no me interesa, pues con lo que hay sobra y basta; y a decir verdad, mirando los ojos de Jesús, sé que lo tengo todo y que «nada me faltará». Con sus altas y bajas, estoy seguro que me mantuve 365 días debajo de sus alas, e incluso cuando caí, fui levantado. Sí, tengo todo, ¡en tu luz veo la luz!

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Adelante, pues 2019. Continuemos el camino sin debernos nada. Seguiré adelante con la frente muy en alto, orgulloso de todo lo que aprendí, de mi herencia, de mi historia, de mi. Andaré hacia adelante para alcanzar esas promesas pronunciadas, por cada profecía dicha, por cada sueño. ¡En tú luz veo la luz!

Dear 2020, I’m fucking ready!

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