A-Dios-es

A mi Mamá Ofe… ya «me mortifica» tu ausencia.

Copia de Copia de oLa última vez que miré a mi abuelita con vida, me tendí sobre la cama y oré las siguientes líneas:

“Que el Dios vivo, creador del cielo y de la tierra. Que Él te bendiga y te guarde; que Él haga resplandecer su rostro sobre de ti y tenga de ti misericordia. Que el sonría sobre tus pasos y ponga en ti Su paz. Mamá Ofe, has sido, y sigues siendo extravagantemente amada por tu Padre Celestial. ¡Hazlo también!”

Esta oración la escucho semana a semana en mi Comunidad al término de cada reunión. Es, desde mi punto de vista, una catapulta tremenda para una semana que, en palabras de mi pastor, debe estar llena de adoración.

Sin embargo, ese domingo me tomé el atrevimiento de decirlas, sí con fe y esperanza, pero también con pesar en mi corazón. Dejé la habitación de mi abuela consciente de que esa era la última vez que la vería; y también, la última vez que ella me escucharía decir algo.

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Cremamos a Doña Audelia Torres el 27 de junio, justo el día que hubiera cumplido 83 largos años de vida.

Hoy si escribo para desahogarme y tranquilizar mi alma en medio de tanto ruido.

Tardé una semana en llorar a moco tendido esta pérdida, sólo necesité un pequeño empujón para no ahogarme en mis lágrimas. Me fue muy sencillo esconderme detrás del papel del espiritualoide que puedo llegar a ser; y aunque sé que sé que sé que ella está con Dios ㅡes algo que no puedo explicar pero que sí tengo certezaㅡ, decidí “ser fuerte”, fingir que “estas cosas pasan” y no llorar.

Y eso, definitivamente, no está nada bien. No para mi, no para mi salud mental.

Estos últimos días aprendí, ㅡcon dolorㅡ que de nosotros depende quedarnos con las mejores experiencias de cada una de las vivencias que compartimos con nuestros seres queridos. Y es que, además de que no estamos preparados para una vida sin nuestros seres queridos, tampoco estamos listos para decir “adiós”.

Nunca planeamos nuestra vida sin la gente que amamos o que forma parte de nuestra historia. Parece que en medio de tanto conocimiento, ciencia y demás, nos resistimos a entender que en algún momento de nuestra existencia tenemos que partir. No comprendemos que cuando se dice que «estamos de paso por este planeta», ¡es porque estamos de paso!

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No, no fui el nieto más cercano a mi abuelita. Pero amaba hacerle esas llamadas sorpresa en las que chismeábamos para ponernos al tanto. No la podía frecuentar tanto como hubiera querido, pero quedarme un par de noches en el hospital, escucharla hablar con atención, cuidar aunque fuera un poco de ella fue una de las pocas maneras que tuve de decirle lo especial que era en mi vida. Por eso, en mi corazón están las palabras «Dios se lo pague», lo último que le escuché decirme (y también a mi prima mayor, ambos decidimos cuidarla en estos momentos).

Los últimos días mi abuelita me enseñó, sin querer, a tener fe. Pero de las netas. Aprendí que no puedo decir que creo en Dios si no confío en Él, porque son cosas que vienen juntas sí o sí. Que no necesito del dolor para ver un milagro; y que los milagros suceden sí para mostrar su poder, pero también para mostrar su amor y misericordia.

Diseño sin títuloAprendí a ver mi llamado con otros ojos, con los de la esperanza. Que es verdad cuando Bill Johnson repite que le debemos al mundo un encuentro con Dios; y que los psicólogos no mienten cuando dicen que el perdón es la llave de las cadenas que nos llevan a la libertad.

Tardé una semana en llorarle a moco tendido. Intenté ser el fuerte para mi mamá y mi familia. Quise ser el pastor que mi abuelita imaginó en su mente que me convertiría pero, y esta es la lección más grande que he aprendido en todo este proceso, me rindo. También soy humano, tengo un corazón que late y que se duele.

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Perdí a la última abuela que me quedaba ㅡla otra fue un dolor en el corazón que tardó bastante en sanarㅡ. Murió la mujer que nunca pudo pronunciar bien mi nombre y que, sin embargo, siempre me hizo voltear a verla cada que me llamaba. Se fue la mujer que cada 10 de mayo, puntual, llamaba para ponerme “Las mañanitas”. Se fue. Simplemente ya no está.

Y, aunque no debería, me aterra pensar que en un futuro muy lejano, el dolor por el que atraviesa mi mamá y mis tíos será el mismo que deberé enfrentar. Gallardo y firme, como vi y veo a mi mamá ㅡ¡por eso es mi heroína!ㅡ.

Por último, y aunado a lo anterior, por fin también he aprendido la importancia de generar memorias con aquellos que amas. De perdonar con el corazón para no terminar haciendo un drama dentro de un baño a las dos de la mañana. De tomar esas oraciones simples y lanzadas al viento y hacerlas parte de tu vida, de tu historia, de tu herencia.

Me permito ser humano y reconozco mi dolor. Pero también el honor y el privilegio de servirle y acompañarle en sus últimas horas.

Sí. La abuela se fue y me duele en el corazón. Pero, como dice esa canción horrible que ahora todos los cristianos usamos para los funerales, que cuando me toque partir de este mundo, espero verla ahí.

Que así sea.

 

**Pitufresas

*Ya lo había sentido antes pero, ¿les ha pasado que tiene ganas de mandar todo, TODO, todo al carajo? Bueno, me siento un poco así.

*Apliqué para entrar a la Especialidad en la UNAM. No sé cómo, pero entré. ¡Por fin voy a hacer un posgrado!

*¿Falta mucho para enero?

*Si llegaste hasta aquí, en serio espero que sigas el consejo de amar a quienes amas. Dícelos hasta que se harten de escucharte. Y cuando te canses de decirlo, crea nuevas formas de hacerlo… mañana puede ser muy tarde.

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